jueves, 3 de abril de 2014

03/04/2014

Ansiedad y memoria ¿Enemigas irreconciliables?.

A menudo pensamos que la ansiedad es una enemiga natural de nuestra memoria y que si nos ponemos un poco nerviosos, nos vamos a bloquear y que es necesario estar relajados y tranquilos para hacer las cosas bien. Sin embargo esto no es cierto, o al menos, no es del todo cierto.
Sabemos que cuando estamos demasiado nerviosos, es fácil que no recordemos cosas que anteriormente teníamos muy claras y recordábamos fácilmente, como el nombre de un conocido o un cliente del trabajo, o el de aquel restaurante en el que se comía tan bien. Y cuanto más nos empeñamos en recordarlo, más nerviosos nos ponemos y más nos cuesta llegar a hacerlo.

Sin embargo, también nos puede pasar lo contrario. En ocasiones, estamos demasiado relajados para rendir “a pleno funcionamiento”, y tenemos la sensación de que cuando hacemos las cosas “a última hora” parecen que rendimos mejor, que estamos más activos y todo funciona más rápido.
Así que inconscientemente, posponemos determinadas actividades, sin darnos cuenta de que puede haber factores que escapen a nuestro control y que a última hora lleguemos a estar mucho más agobiados de lo previsto, hasta un punto en el que, por estar demasiado nerviosos, nos bloqueemos o lleguemos a olvidar factores importantes.
En este momento hemos pasado un cierto límite en el que ya empezamos a no “funcionar” tan bien como preveíamos, llegando a un punto en el que los problemas empiezan a no resolverse tan bien como pensábamos.

De manera que si estamos demasiado nerviosos, es frecuente que podamos llegar a bloquearnos, dificultando la creatividad en la búsqueda de soluciones y afectando incluso a nuestra memoria. A veces se nos olvidan aspectos o detalles poco importantes, pero también pueden llegar a ser grandes olvidos o errores, que nos causen muchos inconvenientes. Pero si estamos demasiado confiados o relajados, no parece que funcionamos mucho mejor. Es como si no tuviesemos “cargadas las pilas”.

Estos fenómenos son debidos a que tenemos un punto óptimo de activación, en el cual nuestros procesos mentales, incluyendo nuestra memoria, funcionan a un nivel máximo. Es un estado de alerta óptimo, que facilita que recordemos muy bien todas las cosas y seamos capaces de pensar con claridad. Esta zona óptima de rendimiento viene reflejada en lo que se viene a llamar la Curva de Yerkes-Donson.
Por tanto, para que nuestro cerebro pueda funcionar a su máximo rendimiento, es importante conocer herramientas que nos permitan incrementar o disminuir nuestro nivel de activación, con el objetivo de afrontar los acontecimientos diarios permaneciendo en esta zona “óptima” durante la mayor parte del tiempo, lo que repercutirá en una actividad mental óptima que mantenga una memoria trabajando a su nivel máximo de funcionamiento.






No hay comentarios:

Publicar un comentario