Este principio es
especialmente válido para las personas mayores, sobre todo si tienen problemas
circulatorios o de corazón. Durante el sueño NREM, que ocupa entre el 70
y el 80% del tiempo total del sueño, se produce una disminución de la actividad
del sistema nervioso simpático, la parte del sistema nervioso más relacionada
con la actividad física y el estrés. Al despertarse, se produce un aumento
gradual de la actividad del sistema nervioso simpático. Este incrementa la
fuerza de la contracción cardiaca, así como la frecuencia del latido cardiaco y
la tensión arterial, contrae los vasos sanguíneos, aumenta la tensión muscular,
etc. Este cambio es gradual aunque, en el momento de la transición, la
actividad simpática es mucho mayor que en situación de vigilia estable.
Si la transición es súbita y brusca, las descargas de adrenalina y otras sustancias en las que se basa el sistema nervioso simpático serán más elevadas, lo cual puede llevar a que en personas predispuestas se produzcan aumentos importantes de tensión arterial, arritmias, etc. La máxima frecuencia de problemas de circulación cerebral así como de problemas de corazón (anginas de miocardio, arritmias, etc.) se producen por la mañana cuando el organismo se prepara para despertarse. Si los despertares son especialmente bruscos, en las personas predispuestas estos problemas pueden incrementarse.
Si la transición es súbita y brusca, las descargas de adrenalina y otras sustancias en las que se basa el sistema nervioso simpático serán más elevadas, lo cual puede llevar a que en personas predispuestas se produzcan aumentos importantes de tensión arterial, arritmias, etc. La máxima frecuencia de problemas de circulación cerebral así como de problemas de corazón (anginas de miocardio, arritmias, etc.) se producen por la mañana cuando el organismo se prepara para despertarse. Si los despertares son especialmente bruscos, en las personas predispuestas estos problemas pueden incrementarse.
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